Bolsonaro apela su arresto domiciliario y denuncia una maniobra del poder judicial

La defensa del expresidente brasileño solicitó a la Corte Suprema que revoque su prisión domiciliaria, dictada por el juez De Moraes. Hablan de persecución política y manipulación del STF

Internacional07 de agosto de 2025Redacción Primicia 24Redacción Primicia 24
Jair Bolsonaro
Jair Bolsonaro sufre la persecusión política de la izquierda en Brasil

En otro capítulo del asedio judicial que sufre el expresidente Jair Bolsonaro, la defensa del líder conservador brasileño presentó este miércoles un recurso ante la Corte Suprema solicitando la revocación de su prisión domiciliaria. La medida fue ordenada el lunes por el polémico juez Alexandre de Moraes, en una decisión que ha sido duramente cuestionada por juristas, dirigentes políticos y millones de brasileños que ven en el proceso una evidente vendetta del sistema contra quien se atrevió a desafiar el status quo.

El equipo legal de Bolsonaro no solo cuestionó la legalidad de la medida, sino que pidió que el caso sea tratado por la Sala Primera del Supremo Tribunal Federal (STF), compuesta por cinco jueces, en lugar de quedar en manos exclusivas de De Moraes, un magistrado que ha demostrado ser más un operador político del lulismo que un árbitro imparcial.

De Moraes ordenó la prisión domiciliaria alegando que Bolsonaro habría violado las restricciones impuestas el mes pasado, que le prohibían utilizar redes sociales propias o de terceros. Según el fallo, el expresidente habría difundido mensajes de “instigación contra el Supremo” y llamado a una “intervención extranjera en el Poder Judicial”. Sin embargo, la acusación se sostiene sobre una base extremadamente endeble: un saludo leído por un aliado suyo en una manifestación, que apenas decía: “Buenas tardes mi Brasil. Un abrazo a todos. Es por nuestra libertad. Estamos juntos”.

Los abogados del expresidente argumentan que ni siquiera eso constituye una violación a medida alguna. Aseguran que Bolsonaro no publicó nada en sus redes, no instó a ningún acto delictivo, y mucho menos puede ser responsabilizado por la decisión de terceros de difundir sus opiniones o saludos. “No tiene control sobre terceros que puedan repercutir el contenido procedente de su participación directa o indirecta”, señalan en el escrito judicial. Y remarcan que “esas publicaciones son ajenas a su voluntad o injerencia”.

La defensa también recordó que el propio De Moraes, en fallos anteriores, había reconocido que Bolsonaro no tiene prohibido emitir opiniones ni conceder entrevistas. La nueva acusación contradice ese criterio, evidencia una arbitrariedad manifiesta y alimenta la percepción de que el STF actúa como un brazo extendido del gobierno de Lula da Silva. Porque en el fondo, lo que se discute no es si Bolsonaro envió un saludo o no. Lo que está en juego es la criminalización del pensamiento opositor. El poder judicial brasileño, en una preocupante deriva autoritaria, ha optado por encerrar a quien representa a millones de ciudadanos cansados del populismo, la corrupción y la hegemonía de la izquierda regional.

Lula da Silva

La situación política en Brasil al rojo vivo

El contexto es claro: Lula atraviesa un momento delicado. Su gobierno pierde apoyo, la economía no repunta, los escándalos lo rodean, y las encuestas muestran que la figura de Bolsonaro sigue viva en el corazón de millones de brasileños. Entonces, desde la élite institucional, se activa una estrategia: judicializar la política, amedrentar a la oposición, y proscribir —si es necesario— a quienes puedan disputarle el poder. Bolsonaro ya había sido víctima de una maniobra similar cuando fue inhabilitado para cargos públicos por ocho años en un fallo sin precedentes, y ahora enfrenta un hostigamiento permanente por parte del STF. Su caso no es aislado: forma parte de un patrón continental en el que las figuras de derecha son demonizadas mientras los corruptos de siempre gozan de impunidad. La defensa busca que el recurso no sea tratado exclusivamente por De Moraes, a quien acusan de “juez y parte”, sino por la Sala Primera del Supremo, tal como exige el reglamento para la validación de medidas privativas de libertad. Allí esperan un mínimo de equilibrio institucional que le devuelva a Brasil algo de la república que el PT y sus aliados parecen decididos a destruir.

Mientras tanto, el expresidente cumple arresto domiciliario en silencio, pero con su popularidad intacta. Las manifestaciones de apoyo se multiplican en todo el país, y el pueblo brasileño observa con atención cómo se trata a uno de los líderes más relevantes de su historia reciente. La historia dirá si esta persecución brutal logra silenciarlo o si, como muchas veces ocurrió en América Latina, la injusticia terminará encendiendo una nueva etapa de lucha democrática. Bolsonaro, por lo pronto, sigue en pie.

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