Estados Unidos acusa por crimen de odio al asesino de dos empleados de la embajada israelí

Elías Rodríguez, de 31 años, fue imputado por crímenes de odio con resultado de muerte tras asesinar a dos empleados diplomáticos israelíes. Dijo que actuó “por Palestina”

Internacional06 de agosto de 2025Redacción Primicia 24Redacción Primicia 24
Atentado en Estados Unidos
Las victimas tenian 26 y 31 años de edad

La justicia estadounidense formalizó este miércoles cargos federales por crimen de odio con resultado de muerte contra Elías Rodríguez, el principal sospechoso de haber asesinado a tiros a dos empleados de la embajada de Israel en Washington D.C., en un atentado que conmocionó tanto a la comunidad diplomática como a los defensores de los derechos humanos en Occidente. Rodríguez, de 31 años, ya había sido acusado previamente por dos cargos de asesinato en primer grado y por asesinato de funcionarios extranjeros. Ahora, la fiscalía federal ha elevado la gravedad del expediente, incluyendo delitos de odio que podrían derivar en una pena de muerte.

Quienes eran las víctimas asesinadas 

Las víctimas, Yaron Lischinsky (30 años) y Sarah Lynn Milgrim (26 años), formaban parte del cuerpo diplomático israelí en Estados Unidos y habían asistido el 21 de mayo a un evento oficial en el Museo Judío de la capital estadounidense. A la salida del encuentro, ambos fueron abordados por Rodríguez, quien abrió fuego sin mediar palabra. Lo que inicialmente se interpretó como un ataque aislado pronto se reveló como un atentado motivado por una ideología peligrosa y cada vez más extendida: el antisemitismo disfrazado de activismo. Según consta en los documentos judiciales, al ser detenido por la policía, Rodríguez no solo confesó su autoría, sino que también proclamó: “Lo hice por Palestina, lo hice por Gaza”.

Desde entonces, permanece bajo custodia y se espera que este viernes comparezca ante el tribunal federal de Washington D.C. para una audiencia preliminar que podría definir el curso del juicio. El ataque reaviva un debate profundo sobre los límites del discurso político en tiempos de polarización global. Si bien es legítimo manifestarse en contra de decisiones geopolíticas, lo ocurrido evidencia cómo ciertos sectores han naturalizado la violencia como método de expresión. En particular, preocupa cómo se ha trivializado el antisemitismo en algunos entornos ideologizados que hacen apología del terrorismo bajo slogans de “resistencia”.

Atentado embajada Washington

Para el Estado de Israel, este atentado representa un recordatorio brutal de que su sola existencia como nación soberana genera odio entre los fanáticos del fundamentalismo islamista y sus satélites en Occidente. Lo ocurrido en Washington no fue un hecho aislado: fue un crimen político, con víctimas seleccionadas por su nacionalidad y por representar al único bastión democrático del Medio Oriente. El gobierno israelí expresó su condena al ataque y pidió a las autoridades estadounidenses que actúen con el máximo rigor. “Esperamos una condena ejemplar para quien asesinó a dos de nuestros ciudadanos solo por ser israelíes”, manifestó el portavoz del Ministerio de Exteriores, Lior Haiat.

Por su parte, organizaciones judías en EE.UU. y Europa advirtieron sobre la escalada de violencia verbal y física que sufren desde el estallido del conflicto en Gaza. “Este tipo de crímenes no nacen de la nada. Son incubados en un caldo cultural donde se justifica el odio a Israel, se blanquea a Hamás y se caricaturiza a los judíos como opresores”, expresó el Comité Judío Estadounidense (AJC).

En este sentido, la acusación por crimen de odio no es solo una calificación jurídica: es una señal política. Estados Unidos está dejando en claro que asesinar a israelíes por motivos ideológicos no será tolerado ni relativizado, aunque sectores de la opinión pública internacional insistan en contextualizar la barbarie. El caso también tiene un impacto geopolítico. En un mundo donde el progresismo radical ha comenzado a flirtear con posiciones extremas, la defensa de Israel y de sus representantes en el extranjero se vuelve una causa crucial para quienes valoran la libertad, la democracia y la civilización occidental. Mientras Elías Rodríguez se encamina a enfrentar la justicia, lo que queda es el legado de Yaron y Sarah: dos jóvenes profesionales, al servicio de la diplomacia y la paz, que fueron ejecutados por representar aquello que ciertos fanáticos no pueden tolerar: la existencia de un Estado judío libre y moderno.

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