El ocaso de los actores K en la era capitalista de Javier Milei

En una escena que mutó hacia el streaming, las redes y los nuevos ídolos digitales, ciertas figuras de la vieja farándula se niegan a aceptar su ocaso. Entre lágrimas, escándalos y política, buscan seguir en escena

Espectáculos05 de agosto de 2025Redacción Primicia 24Redacción Primicia 24
Bailando por un Sueño en su pico de rating
Bailando por un Sueño en su pico de rating

Hubo una época en que prender la televisión argentina era encontrarse con Nazarena Vélez llorando en un programa de espectáculos, con Matías Alé siendo el galán improbable de las medianoches y con Cinthia Fernández desfilando por todos los escándalos disponibles. Esa era, con paneles a los gritos y revistas de papel, terminó hace rato. Pero ellos, los protagonistas de esa cultura de la exposición constante, todavía no parecen haberse enterado. La nostalgia suele ser peligrosa. Y más cuando se confunde con actualidad. Muchas de estas figuras no pueden —o no quieren— asumir que ya no tienen lugar en el presente. Por eso insisten, se reciclan mal, se cuelgan de temas políticos, arman obras de teatro con títulos estridentes o graban historias en Instagram rogando atención. Lo que antes era una farándula con códigos, ahora se volvió un desfile de fantasmas mediáticos buscando foco.

Nazarena Velez

El caso de Nazarena Vélez es paradigmático. Supo construir una carrera entre el drama personal y el relato emotivo, jugando con el morbo ajeno y el dolor propio. Pero el tiempo pasó. Hoy, sus apariciones en los medios ya no generan ni impacto ni rating. Insiste con obras teatrales en cartel por compromiso, intenta instalar temas desde sus redes y se victimiza cuando no logra los titulares que antes conseguía con facilidad.

Cinthia Fernández es otra figura de ese viejo engranaje. Tras su paso por los bailes, los escándalos con ex parejas y los paneles de discusión sin argumentos, encontró en la política un nuevo escenario. Se presenta como defensora de causas justas, pero con el mismo tono altisonante que usaba para discutir con rivales mediáticas. Su “activismo” mezcla lo personal con lo público, lo opinable con lo insustancial. Es más performance que contenido.

Y qué decir de Matías Alé, que alterna entre intentos de volver al ruedo y momentos en los que su salud mental —un tema delicado y respetable— se convierte en moneda de exposición. En otro país, probablemente estaría resguardado. Pero aquí, donde el rating todo lo consume, él mismo vuelve una y otra vez al ruedo. No para hacer arte. Sino para seguir siendo “el personaje”.

El ocaso de los actores militantes que denuncian a Milei

En paralelo a estos casos individuales, hay un fenómeno que también se desinfla: el del actor militante. Aquellos que durante años encontraron un atajo hacia la visibilidad política repitiendo discursos kirchneristas, hoy no encuentran espacio ni pantalla.

Actores K

Pablo Echarri, Darío Grandinetti o Nancy Dupláa, que supieron ser figuras fuertes del prime time, quedaron atrapados en el giro cultural del país. La sociedad cambió. El aplauso fácil a discursos vacíos ya no garpa. Es que el gran público no quiere sermones disfrazados de ficción, ni estrellas envejecidas por dentro que no entienden el código de las nuevas generaciones. La gente migra a Twitch, a YouTube, a TikTok. Busca autenticidad, no guiones repetidos de indignación eterna. Las nuevas plataformas premian el talento fresco, la espontaneidad y el contenido real, no la repetición de un relato perimido.

El final es duro para quienes no saben reinventarse. La farándula tradicional, esa que vivía del chisme, del escándalo y del pase de factura en vivo, está en retirada. Y en su lugar no quedó un vacío, sino una escena completamente distinta, donde jóvenes de 20 años generan millones de vistas sin necesidad de intermediarios, ni de gritar para existir. Los ex famosos deberían comprender que el silencio también es una forma de dignidad. Que el legado no se construye en las notas de archivo sino en saber retirarse a tiempo. Pero eso exige algo que pocos tienen: autocrítica, visión de época y, sobre todo, humildad.

Mientras tanto, seguirán bailando con fantasmas. Los suyos, y los de un país que ya no los aplaude.

Te puede interesar
Lo más visto